Charla del 11 de Noviembre en Asamblea Huelga Ciudadana 14N en Plaza del Pilar.
Queremos hablar de la huelga, de la crisis.
Queremos contar dos historias, evocar dos imágenes para hablar de las vidas que atraviesa, que rompe, la crisis.
Son imágenes típicas. Todas las conocemos, están a nuestro alrededor. Algunas son nuestros padres, nuestras madres, nuestros vecinos y amigas. Algunas son nosotras mismas. No están todas, pero son suficientes.
La primera nos habla de Él. Tiene mil nombres, pero podemos llamarlo Jose María. Es un hombre, blanco, tiene más de 50 años y es un parado de larga duración.
Él es la imagen del parado crónico que nos cuentan, aunque las estadísticas digan que 2 de cada 3 parados de larga duración tienen menos de 45 años.
Empezó a trabajar a los 15 años. Poco después dejo de estudiar. No era una mala elección entonces. La vida de Jose María es el efecto del ciclo de crecimiento económico que permitió situar España en el marco de las llamadas Sociedades del Bienestar.
Trabajo fijo y vivienda en propiedad, es decir acceso al crédito, es decir, acceso al consumo. Modesto y a plazos, pero acceso al fin y al cabo a una abundancia material históricamente sin precedentes para la población trabajadora.
No quiere decirlo, nadie alrededor suyo quiere tampoco nombrarlo en voz alta, pero Jose María, intuye que nunca volverá a trabajar.
Hoy Jose María es el efecto; un “daño colateral”, del proceso, políticamente dirigido, de devaluación de la mano de obra en las sociedades post-industriales.
Uno de los 3 millones de parados crónicos en España, de población excedentaria, inaprovechable para la producción.
Y a los que sin embargo es necesario seguir atando al trabajo.
Culpabilizado. Por cultura, toda una masculinidad y una ética de la vida en torno al trabajo, a su función de proveedor para los suyos.
Y por todos los dispositivos políticos, cada vez más evidentes, cada vez más agresivos; de los cuales las últimas reformas en torno a la solicitud de las prestaciones por desempleo y subsidios son una cristalización violenta; para desplazar las razones objetivas (no hay trabajo) en razones subjetivas: fracasado (por ser viejo, por no tener estudios, por no ser capaz de reciclarse).
La vida de Jose María está enredada en la contradicción existente en el interior de una sociedad donde, por una parte, el salario es el único o principal medio de acceso a la renta (al reparto social de la riqueza) y por otra, y al mismo tiempo, la organización altamente cibernetizada de los procesos de producción requiere cada menos cantidad de horas de trabajo para producir cada vez más cosas.
La segunda imagen son Ella y Él. Ella se llama Elena, por ejemplo. Él Gonzalo. Tienen treinta y pocos años.
Él estudio una FP. Al principio le fue bien. Eran los últimos años del ladrillo y había trabajo. Saltando de empresa a empresa, empalmando trabajos. Gonzalo es parte de esa generación que aprendió a vivir bajo la arbitrariedad del “contrato por obra y servicio”.
Después la cosa no ha ido tan bien. Ahora está en el paro. Sobrevive con trabajos esporádicos donde sale y con trabajos en negro de los suyo.
Elena estudió periodismo. Hizo prácticas y un máster, ha sido becaria en varias empresas. Su currículum está lleno de entradas. Pero tú ya sabes. Luego no te llaman. Es más barato seguir contratando a gente en prácticas. Al fin y al cabo hacen el mismo trabajo.
Elena trabaja ahora en un Call Center. Empalma contratos por meses. No sabe hasta cuándo.
Elena está atrapada en la contradicción de una sociedad donde prepararse para el empleo es un trabajo. Donde la cualificación, la preparación, el reciclaje de saberes son exigencias (ya mediadas por ley) de acceso al trabajo.
Al mismo tiempo una sociedad incapaz de ofrecer a la mayoría de las personas puestos de trabajo acordes a la preparación que se les exige. Donde según las estadísticas del Eurostat 1 de cada 3 personas (2 de cada 3 en el caso de inmigrantes) están empeñadas en trabajos para los cuales se encuentran sobrecualificados.
Elena y Gonzalo se querían. Se quieren. Es decir, se compraron un piso. Es lo que se hacía. El paso lógico. Eran los momentos finales de la burbuja, los precios se habían disparado pero todavía era posible acceder al crédito.
En 1995 el metro cuadrado se tasaba en 535 euros. En doce años se multiplicó por cuatro. Un metro cuadrado de vivienda en 2007 costaba 2095 euros.
El ratio entre el precio de la vivienda y el PIB se sitúa en España en el 4,84x. Es decir, si cojo todo el dinero que gano en un año, todo, sin guardarme nada, y lo meto en una bolsa… necesitaría 5 bolsas para poder comprar una vivienda.
En 2007, en el momento álgido de la burbuja, cuando Gonzalo y Elena tuvieron la suerte de comprar su casa, una unidad familiar de media debía invertir más de 7 sueldos anuales íntegros para adquirir una vivienda.
Gonzalo y Elena sobreviven. Van tirando, a veces mejor y a veces peor. Gracias a dios sus padres pueden ayudarlo un poco De momento pueden pagar la hipoteca. Esperan poder seguir haciéndolo.
Queríamos contar estas historias, hay otras. Soledad tiene 60 años, ama de casa, intermitencia laboral, no tiene acceso a ningún tipo de renta directa hasta que llegue la jubilación. Gloria tiene 35 años y ha tenido que volver a casa de sus padres, Juan tiene 28 y todavía no ha conseguido salir de ella, Othman es un migrante, no tiene papeles y le niegan la asistencia sanitaria. Carla es de Nicaragua, tiene papeles, pero sigue sometida y explotada a los condicionantes de ser mujer y migrante.
En este paisaje se dibujan las principales afecciones de la crisis, los y las sujetos de un conflicto, de una ofensiva general, que se extiende por todos y cada uno de los ámbitos de la vida.
Jose María, Elena y Gonzalo. Soledad, Othman, Carla, Gloria, Juan… Yo. Todos participaremos en la huelga el próximo 14N, de un modo u otro. Pero seamos sinceras con nosotras mismas, somos los actores secundarios en relación al actor principal, que es el sujeto de la huelga.
Debemos seguir imaginando, desarrollando, como estamos haciendo, los dispositivos de agregación que permite reunirnos a todos, a partir de las afecciones comunes que nos atravisean y nos rompen.
Construir las máquinas de guerra efectivas para una guerra sin precedentes, del cual el conflicto capital-trabajo ya es sólo una parte de un conflicto más general que enfrenta el capital con la vida.
No nos queremos limitar a defender lo que teníamos (y que nos están expropiando) sino que queremos más, queremos cambios que supongan una transformación que tenga en el centro a las personas.
Nuestras vidas ya son productivas, muchas de las tareas que realizamos generan riqueza social pero no se remuneran de ninguna manera: trabajos domésticos y reproductivos, la producción en el barrio de internet (compartir archivos, artículos, difusión), nuestros trabajos en las actividades políticas (como la de hoy), hasta reciclar….
En este sentido el interés no estaría tanto en una defensa del empleo (tal cual lo conocemos) como en un reparto de la riqueza. Es decir que todas las personas tengan acceso a rentas directas (dinero) e indirectas (servicios sociales gratuitos y universales, mucho más amplios que en la actualidad y grantizados).
Esta comunicación fue expuesta el día 11 de noviembre de 2012 en la Plaza de Pilar de Zaragoza invitados por la Asamblea para la preparación de la Huelga Ciudadana durante el 14 de Noviembre.
Afecciones de la crisis by Raúl Royo Fraguas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional License.