La aparición de los movimientos sociales

El movimiento obrero […] sufrió una quiebra de orden generacional, intrahistórica. Las bases subjetivas de su fortaleza: la disciplina organizativa, la ética del trabajo y las seguridades que proporcionaba una vida planificada por el trabajo y la familia, perdieron sentido.

Carmona, Pablo Cesar. ‘Autonomía y contracultura. Trabajo, revuelta y vida cotidiana en la Transición’, en Espai en Blanc (coord) “Luchas autónomas en los años 70” Traficantes de Sueños.

A veces para entender el presente es necesario echar la vista atrás.

Los años 60 del siglo XX ven aparecer, en el horizonte de las políticas transformadoras, radicales o de izquierdas, una serie de prácticas emergentes que no podían encuadrar ni se identificaban con las prácticas prevalentes de las organizaciones de masas características de la primera mirad del siglo XX o, sencillamente, con aquello que había venido caracterizando la vida interna de los movimientos obreros.

Aunque, en todo caso, surja del propio espacio de aquellos, o los espacios que ellos habían hasta entonces ocupado, y no dejen de implicarse en los movimientos de masas, enredarse con ellos y, finalmente, enredarlos, estas prácticas políticas emergentes implican nuevos valores y temas, forma de acción y tácticas.

El concepto “movimiento sociales” o “nuevos movimiento sociales” será acuñado para describir estas realidades emergentes. Las cuales van a convertirse en hegemónicas en el ámbito de la política radical en las décadas siguientes y constituyen el sustrato histórico de nuestras prácticas políticas actuales.

El feminismo, el pacifismo, el ecologismo y la lucha LGTB serán sus formas más acabadas. Aquellas con más largo recorrido y, en cierto sentido, la matriz que servirá de inspiración o modelo a otros que surgirán. La lucha antinuclear, las luchas contra el servicio militar obligatorio, etc. serán epígonos de aquellas entre otros muchos ejemplos.

Lo que es importante comprender es que la emergencia de los nuevos movimientos sociales en el seno de las prácticas políticas de la izquierda no supuso sólo la aparición de nuevos objetos políticos que vinieron a sumarse al catalogo de demandas establecido por la agenda de los movimientos de masas (igualdad de sexos, tolerancia, autonomía, autoestima, pertenencia, desarrollo sostenible), ni tampoco la aparición en escena de nuevos sujetos políticos (mujeres, minorías sexuales y raciales) subalternizados, secundarizados o negados por el sujeto obrero clásico.

Es importante comprender que la emergencia de los nuevos movimientos sociales supuso la puesta en acción de una nueva racionalidad política que disputaba con la racionalidad instrumental y estratégica que había caracterizado la dirección de los movimientos de masas. Podemos caracterizar esta como una racionalidad política expresiva.

Aclaración: Entiendo por racionalidad, tal como la estoy empleando aquí, el conjunto, complejo y difuso pero con cierta consistencia interna, de mentalidades, valores, percepciones, conceptos, lenguajes, tradiciones y presupuestos -no siempre explicitados o, incluso, transparentes a los propios actores- que caracterizan una visión particular de la realidad como campo de actuación e intervención política. En este sentido podríamos hablar también de paradigma. El siguiente apartado del artículo esta dedicado a desgranar los elementos que conforman la racionalidad expresiva características de los movimientos sociales.

En resumen, con una metáfora podemos decir: la aparición de los nuevos movimientos sociales desde la década de los 60 del siglo XX (70 en el caso español) no supuso solamente la aparición de nuevos platos en el menú (objetos y temas), ni que se sentaran a la mesa invitados excluidos hasta entonces (sujetos). Supuso, sobretodo, una nueva manera de entender que es comer y como uno/a se relaciona con la comida.

Nota breve: esta nueva realidad de las prácticas políticas no surgio ex nihilo ni por fuera necesariamente del campo político que le precedía. Acompañado del contexto geopolítico, social y económico surgido de la crisis de la sociedad capitalista salida de la segunda guerra mundial, respondió en todo caso a una crisis de sentido y efectividad de las prácticas políticas instituidas en el seno de los movimientos obreros.

Características de la racionalidad política expresiva

 

Executive version

Esta nueva realidad de las prácticas políticas que recibió el nombre de nuevos movimientos sociales se caracteriza por los siguientes elementos:

a) un nuevo catálogo de prácticas políticas (acción política no convencional) y de temas. Los conflictos de tipo distributivo pierden peso y centralidad en relación a nuevos conflictos en torno a la gramática de las formas de vida asociados a valores postmateriales: igualdad de sexos, identidad, tolerancia, autonomía, realización, desarrollo sostenible).

b) una orientación política del discurso pluralista, a veces elaborada ad hoc. Organizada en torno a issues y no en torno a cleavages.

c) un nuevo estilo de actuación dominado por una racionalidad expresiva, no instrumental y comunicativa.

d) formas de organización: flexibles, descentralizadas, asamblearias y escasamente burocráticas.

e) un panorama de acción política disociada (autonomía de las organizaciones, antipartidismo cultural) y un nuevo ámbito de intervención preferente (política no convencional, esfera semipública).

f) Demandas que ya no se dirigen al estado para que intervenga sino que establece, en relación a él, un espacio físico o moral autónoma cuya integridad es irrenunciable. Que el estado se quede fuera es la consigna.

h) un tempo de actuación dominado por la inmediatez y del corto-medio plazo.

 

Extended version

A partir de ahora no sólo sera que los medios no justifican los fines, sino que los propios medios se convertirán tendencialmente en el fín mismo. Tanto en cuanto la acción misma ha de ser el espacio donde se exprese (performatividad) el objetivo político (anticipación). El medio de acción se convierte en el vehiculo privilegiado donde los fines políticos quedan expresados.

El tempo pausado, imbuido en el largo plazo, que había dominado la dirección estratégica del movimiento de masas, se verá cortocircuitado por un tempo rápido- Donde la inmediatez es al mismo tiempo el correlato de una lógica que no desea esperar ya más tiempo a realizar la demanda política que expresa el movimiento (presentismo) y, por otra, la premura de dar respuesta y solución a las cuestiones planteadas.

Junto a un nuevo catálogo de formas de acción no convencional,más allá de lo convencionalmente instituido (Barnes y Kaase), el propio lugar de la acción política se desplazará a la defensa de un espacio -físico o moral- cuya integridad no es negociable. La consigna “que el estado se quede fuera” responde así a la crisis de la estrategia de concertación institucional e intervención del estado sobre la que habían pivotado los movimientos obreros.

Ya no se tratará más de asaltar el estado o pactar con el estado, sino de construir espacios de autonomía al margen de las instituciones públicas y los medios convencionales (institucionales) de intervención política.

Espacios desde los cuales se tratará ya bien tratar de realizar los proyectos políticos alternativos en el estrecho margen de los posible (pedagogía de lo posible). Ya bien tratar de influir en las estructuras del sistema político representativo: incrementar su nivel de responsabilidad ante las ciudadanos (accountability), y su sensibilidad (responsivenes) a las demandas y exigencias de una ciudadanía activa, políticamente motivada y autonomamente organizada (empoderamiento), a través del ejemplo consciente que la propia práctica política imprime en la sociedad.

Si bien las formas de acción no convencional no excluyen formas o pasajes de acción convencional, las primeras dominarán como la forma propiamente auténtica de la acción política. Respecto de las cuales, en todo caso, las segundas estarán subordinadas.

Asistimos así a un deslizamiento de la esfera de intervención política desde el ámbito público-institucional a espacios que, en tanto en cuanto se politizan pierden su carácter de privados, pero que tampoco puede identificarse, sensu estricto, con la esfera pública.

Algo que algunos han caracterizado como esfera semipública y que, por sus características, van a ser paradigmáticamente, el de los espacios culturales. La cultura, y los ámbitos culturales (en sentido amplio), van a ser, a partir de ahora, el ecosistema natural donde las prácticas políticas alternativas van a encontrarse.

Esta nueva racionalidad política, que hemos caracterizado como expresiva, implica también una ruptura respecto a lo que, en tiempos precedentes, constituían los criterios de éxito de la actuación política. La negociación, el pacto, la concertación, ya no son criterios de eficacia, por cuanto la eficacia ya no se significa como un valor políticamente relevante. La defensa de los principios y la innegociabilidad de las demandas como principio constituyen un valor prevalente a la eficacia en un nueva economía moral de la praxis política.

Ya no se tratará sólo de alcanzar un objetivo (aunque en todo caso no se renuncie a alcanzar objetivos políticos relevantes). Se tratará, primero y sobretodo -en esta nueva relación entre fines y medios- de fijar en la arena pública la razonabilidad política y la justicia moral de la demanda. Que, en sí misma, no sólo es un objetivo deseable, sino en primer lugar, la palanca que ha de permitir levantar (sic) aquella.

Los conflictos políticos así articulados no son susceptibles de ser resueltos mediante la negociación. La razón cuantitativa de las políticas de concertación dejan paso así al predominio de una lógica cualitativa, que no pone el acento ya en el cuanto, sino, sobretodo, en el qué y el porqué.

La estrategía de la concertación y los conflictos distributivos (la lucha en torno a la producción y el reparto de los bienes y de los beneficios del estado del bienestar) pierden centralidad en la agenda de los nuevos movimientos sociales.

Este desplazamiento corre paralelo a un cierto desplazamiento temático de los objetos de la práctica política. La emergencia de los nuevos movimientos sociales es paralela o es consecuencia de la emergencia política de un tipo conflictos de raigambre cultural, que responden a valores postmaterialistas (Inglehart) y se articulan fundamentalmente en torno a la gramática de las formas de vida (Habermas): la defensa y restauración de formas de vida amenazadas, y/o la reivindicación de maneras de vivir (Rosendo Mercado) no normativas o simplemente consideradas como deseables.

A las prácticas de los nuevos movimientos sociales les corresponden formas de organización que huyen o, simplemente, ya no responden, al modelo del centralismo democrático de las organizaciones de masas: flexibles, descentralizadas, no jerarquizadas y poco burocráticas, la propia forma de organización quiere ya responder y expresar los valores contenidos por el movimiento.

Se presenta así un panorama de acción disociado (Kcistel) con una diferenciación plural de campos y agentes de actuación. Donde el vinculo una vez forjado (y altamente mitificado) entre actores institucionales y movimientos sociales se ha desanudado. Predomina entre las nuevas generaciones de activistas un antipartidismo cultural fuertemente arraigado y la aversión a quedar enrededados o integrados en el régimen político institucional (que responde a la propia racionalidad que estamos describiendo).

Si bien la hegemonía política que estas nuevas realidad, y su racionalidad política implícita, lograron en el último tercio del siglo XX va a tener como consecuencia que los partidos políticos progresistas o radicales hayan tenido que compartir y ceder espacio a los movimientos sociales, asumiendo e incorporando programáticamente en su agenda las demandas de aquellos y compartiendo el espacio de la lucha social con sus expresiones organizadas.

Por último, y para terminar de caracterizar esta realidad que estamos describiendo, el paso a un panorama de acción disociado tiene también como correlato la ruptura con un tipo de orientación política de los discursos incardinada en ideologías y cosmovisiones omnicomprensivas y totalizantes. Una orientación política discursiva organizada en torno a cleavages da paso a un nuevo tipo de discursos, no en pocas ocasiones monotemáticos y ad hoc. mucho más pluralista y fragmentada y que se organiza en torno a issues (temas).

Vuelta al presente: crisis de la racionalidad política expresiva

Volvamos al presente. ¿Cual es el punto? Precisamente, ese tipo de racionalidad política; que hemos caracterizado como expresiva, característica de los movimientos sociales (entendiendo por tal, como hemos hecho, una realidad histórica concreta) y dominante en la política antagonista durante el último medio siglo; se encuentra en crisis.

No sólo es que es crecientemente incapaz de generar hipótesis políticas que den respuesta a nuestras necesidades presentes, aunque siga siendo nuestra principal fuente de la que extraemos nuestro imaginario y el modo de plantearnos la lectura de la realidad. Es que las prácticas políticas emergentes ya no responden, o responden cada vez menos, a esa forma específica de racionalidad política.

La Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PAH) no establece un conflicto sobre modos de vida, establece un conflicto distributivo en toda regla.

Su modo de funcionamiento se sitúa en la tradición descentralizada y flexible de los movimientos sociales pero lo que sitúa al frente de su estrategia es una política de concertación y demanda de intervención del estado.

Las mareas no surgieron como respuesta a la necesidad de defender un modo de vida amenazado y sus derechos: el del funcionario público y sus derechos. Sin entrar a valorar la efectividad concreta en el que que situar su éxito, prefiguran en el estado español la reemergencia de un conflicto político en torno a los servicios públicos como dispositivos de redistribución frente al desmontaje neoliberal del débil welfare español.

Hay una continuidad en las prácticas organizativas precedentes (características de los movimientos sociales) pero una discontinuidad tanto en los temas (re-emergencia del conflicto distributivo), la racionalidad política con la que se enfrentan (racionalidad estratégica) y el espacio político de confrontación (esfera público-institucional).

El 99%, los de abajo, la casta, la ciudadanía, son formas concretas de establecer un clivaje capaz de articular una política de confrontación. Que no se identifica estrictamente con el clivaje izquierda-derecha, o clase obrera-clase burguesa, pero en cualquier caso re-estructura el orden del conflicto en torno a una escisión social que recorre distintos apartados y luchas (conflicto por la vivienda, servicios públicos, pobreza energética, lucha salariales). De manera tendencial los conflictos temáticos pierden autonomía para autoreferirse como emanaciones o localizaciones concretas de un clivaje superior.

Los movimientos sociales históricos no van a desaparecer, y algunos se encuentran en una situación de renovado vigor y actualidad, como los movimientos feministas. Porqué en parte los conflictos en torno a los modos de vida y sus derechos no han perdido vigencia. Pero si centralidad o, cuanto menos, la centralidad de la que han gozado en décadas precedentes en favor de conflictos de tipo distributivo que nos recuerdan más al sindicalismo de los movimientos de masas que a la demandas de autonomía, respeto y tolerancia sobre modos de vida alternativos, propios de los movimientos sociales.

Los nuevos movimientos y prácticas políticas emergentes, aquellas que estan constituyéndose como modelo, responden, como ya hemos señalado, a lógicas diversas respecto de aquellos.

Re-emergencia de lógicas estratégicas cuantitativas y un papel renovado de la esfera público-institucional como espacio de conflicto que no responde meramente a un pasaje tacticista electoral.

Aclaración: tomando como recurso la aportación de Imre Lakatos sobre filosofía e historia de la ciencia (Falsacionismo Sofisticado) digamos que, nos encontramos ante un paradigma (la racionalidad política expresiva propia de los movimientos sociales) en estado recesivo. No significa que el paradigma no sea vigente dentro de los campos que ya ha establecido, pero su capacidad para dar cuenta e integrar nuevos problemas es cada vez menor o, más bien, se encuentra en retroceso. Al mismo tiempo esta emergiendo un nuevo paradigma que si es capaz de dar soporte a ellos y el viejo pierde, cada vez más la centralidad que tenía.

De la crisis de agencia de los movimientos de masas nacieron los nuevos movimientos sociales ¿Estamos asistiendo al parto de una nueva realidad?

Quizás hoy necesitemos un concepto que, de igual manera, identifique los rasgos de la emergencia de un conjunto de prácticas políticas en relación a las cuales el marco de análisis de los “nuevos movimientos sociales” y su racionalidad política propia poseen, cada vez, menor capacidad explicativa y capacidad de acción.