No se trata pues de resolver el sentido del crimen, sino encontrar el crimen que llena de sentido la existencia del detective-filósofo.
Miliciano, profeta, detective privado, arqueólogo, bibliotecario, son otras tantas figuras con las que se confunde el trabajo filosófico. Podríamos, en un ejercicio de imaginación, relacionar cada una de estas funciones y estas figuras con un género literario que le sería propio.
Así encontraríamos que la obra filosófica puede corresponder con el panfleto, la novela moral, la novela de ciencia ficción, la policíaca (que se distingue de la novela negra), la novela de aventuras, la guía de viajes.
En la novela negra el detective es convocado usualmente a la escena del crimen. Pero todavía con mayor frecuencia el misterio se cruza con el/ella. Le persigue con una cierta insistencia insana. Posee con el/ella una afinidad pegajosa.
Allí donde aparece el/ella, tarde temprano, aparece el crimen, el misterio, aun cuando el/ella quisiera tomarse un respiro, tomarse unas vacaciones, alejarse (Crimen en el Orient Express, El Balneario).
En la novela negra clásica, la existencia del detective no responde a la insistencia del crimen, por el contrario, al igual que en la filosofía, el crimen, el misterio, el problema, insisten para que el detective-filósofo pueda existir.
No se trata pues de resolver el sentido del crimen, sino encontrar el crimen que llena de sentido la existencia del detective-filósofo.