Apuntes para una metafísica del mojo

 

-I’ve got my mojo working – dijo una voz desde las sombras.

 

Y alguien pregunto:

 

-Pero ¿que es el mojo?

 

Lastima. La metafísica estrecha que alumbra la posibilidad de dicha pregunta anuncia ya la imposibilidad de contestarla.

 

El mojo no es una cosa. Un ente. El mojo es una relación de cosas. Un estado del mundo por el cual me veo afectado. Una situación en la que me encuentro (en el doble sentido de la afirmación: en el sentido en el cual yo estoy pero también en el sentido en el que me reconozco en cierto lugar o estado).

 

El mojo carece de predicados. No se lo conoce por lo que él es, por que él no es de ningún modo. Conozco el mojo por el modo como me encuentro por él afectada. Es una afección del cuerpo que infecta la existencia. Lo siento como un estado de éxtasis, como un irracional aumento de la potencia; esto es, lo experimento como alegría; o por el contrario, lo que es su ausencia, como una infinita pereza, una pesadez del alma y de los musculos, una forma de impotencia. Esto es, como tristeza.

 

Hoy no tengo el mojo co.

 

El mojo es pura actualidad. El mojo se tiene o no se tiene*. El mojo no se conserva, no se transforma. Desafía todas las leyeres de la termodinámica. El mojo no deviene. Se desvanece para volver a reaparecer. Por que le mojo no es, repetimos, algo que yo hago, sino una relación entre yo y el mundo, por el cual el mundo me afecta de manera que mi potencia se ve incrementada. Aquí la metafísica deviene astrología: el mojo es una conjunción de los elementos, un entrecruzamiento benéfico de los astros. Porque cambia el mundo el mojo cambia con él. El Mojo es una amante caprichosa. Un amigo infiel.

*Y de ningún modo, como el falo o el significante, se puede ser el mojo. No se es el mojo, sino que es algo que se posee o por lo cual uno es poseido. Investido.

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