WuMing1: sobre los mitos

Mitos y mitos tecnificados

1. Normalmente, en el mito se puede apreciar un equilibrio – a veces precario, a veces más sólido – entre luz y sombra, vida y muerte. Hay una especie de acuerdo entre cazadores y presas, vencedores y vencidos, quienes matan y a quienes matan, porque existe un ciclo más amplio, de muerte, sepultura y resurrección, en cuyo interior se hallan todos los personajes y las historias, un ciclo que regenera la vida y vuelve a poner en circulación cada elemento. El mito «genuino» siempre se orienta hacia este equilibrio y lo consigue aún tras abrumadoras oscilaciones.

Por el contrario, el mito «tecnificado», el mito-Frankenstein, es evocado para derrumbar un enemigo, crea una oposición molar entre dos mitades del mundo. La sombra predomina sobre la luz, la muerte predomina sobre la vida, la destrucción tiene que ser irreversible, el enemigo es absoluto y debe ser aniquilado. Jesi decía que «las imágenes del mito tecnificado [se convierten en] soporte del gesto», y el gesto es de guerra, de agresión (incluso sólo simbólica) hacia el otro, el extraño respecto a la comunidad. El mito es banalizado y agitado como un arma blanca («nuestra espada reluciente»), enseñado desde un balcón para movilizar a las masas que llenan la plaza. Basta pensar en el mito de la Roma imperial evocado por el fascismo en modo canallesco para justificar el ataque a Abisinia.

2. El mito es una narración universal. Aun cuando sea el mito fundacional de una tribu, de un clan, de una tradición local, contiene en sí tópicos y arquetipos que lo convierten en universal, potencialmente dirigido a toda la comunidad de los humanos. Por el contrario, el mito evocado técnicamente para un determinado fin no pertenece nunca a toda la humanidad, se dirige a un grupo preciso elegido como objetivo, sea este una comunidad nacional, un partido político, una clase social o un grupo étnico… Por esto 300 es emblemático, porque no quiere ni tampoco podría ser, una narración universal: es una narración estadounidense, blanca y – sobre todo – masculina.

3. El mito tecnificado nos envuelve como masa (los grandes comicios del líder totalitario, frente a miles y miles de personas), pero golpea de uno a la vez. Se me ocurre: exactamente como en las Fosas Ardeatinas, si no fuera porque el mito no te dispara en la nuca, sino directamente a tu cara. Aquellos que están en una condición aislada – aunque dentro de la masa – y sufren el encantamiento del mito tecnificado fueron denominados por Jesi – retomando a Kerényi – «los durmientes», ya que no están en estado de vigilia (en estado de atención crítica: de hecho «vigilante» significa «despierto»), sino en un estado de ensoñación, y durante ese sueño son vaciados y nuevamente llenados con la potencia de las imágenes míticas, como pasa a quien va a ver 300. No hay ningún obstáculo, como nos hace notar Jesi, entre las imágenes míticas y nuestro inconsciente, el mito tecnificado inunda el inconsciente porque las centinelas duermen y nadie puede dar un grito de alerta. Por el contrario, el mito «genuino» se experimenta en estado de vigilia y, sobre todo, de atención. Prestamos atención al mito, se lo estudia, se lo va a buscar con humildad, somos nosotros quienes hacemos incursiones en su territorio, con el respeto que se merece, sin pretender capturarlo y llevarlo a la fuerza a nuestro mundo, a nuestro presente. Es una peregrinación, no un safari.

ALEGORÍA Y GUERRA EN «300»
por Wu Ming 1, octubre de 2007